domingo, 20 de febrero de 2011

OLGA BERNAD


AMANTE Y RELIGIOSA

Si digo la verdad, para suicida
me falta palidez; para asesina
cuando las noches tiemblan he pensado
que me sobran las ganas, lo confieso.

Lo imaginé a menudo, bien lo sabes:
pensé en matarte. Y no fue por odio,
tan sólo me movía la esperanza 
de que volver atrás fuera posible,
al tiempo en el que tú aún no existías. 
Yo necesito paz en las provincias:
guíame, General, dije al amigo
(imaginario, sí, me invento todo)
que me acompaña fiel en mis locuras.

Y no es por alabarme, pero siempre
te asesinaba dulce y noblemente,
otorgando esplendor a tu derrota,
placer a tu final, completa entrega,
lenta solemnidad a mi alegría.
A punto de morir me recordabas
a un fatigado dios sobrecogido.
(Por todo paso menos por el triste
destino de quedarme en esta tierra
sin el pobre consuelo de admirarte).

Al fin de cada sueño, sin embargo,
tu aliento más tenaz seguía vivo
y tu antigua soberbia perdonaba
una vez más mi vida sin mirarme;
y ella, o yo, -la del sueño- se sentía
traslúcida, borrosa, inconcebible.

No te puedo acabar si no me miras
-hasta eso en la ficción se me ha negado-, 
mas sugerir quisiera solamente 
si de tu dignidad y tu grandeza
no podría esperarse que olvidaras
por un momento esa gentil manera
de humillarme y acaso contemplases
-ya que no a mí-, al menos las ventajas,
las posibilidades de la idea 
de morirte tú mismo, sin mi ayuda.

Y no pido por mí, piensa en tu gloria,
a salvo para siempre de este mundo;
tu nombre en nuestros labios, los idiotas
que te aman también y no soporto,
hermanos repentinos de mi duelo.
Todo es mejor así, es por fin todo, 
es la única forma para el todo.

Ya que no te me vas de la cabeza, 
déjame al menos que te piense ahora
libre de las molestas circunstancias 
que implican que estés vivo en algún sitio:
vivo y feliz, o triste, o cuerdo o loco,
vivo y real y cierto y no me quieres.
Permíteme que no tenga importancia.

Tú, inmortal –como siempre- en mi memoria;
yo, mortal –pero viva- no he podido
alcanzar lo que acaso no merezco. 

Tú, muerto; yo, perfecta, 
limpia por el dolor, esclarecida.
Tu ejemplo señalando a mis amantes
la condición futura de mis brazos.


(Olga Bernad)

2 comentarios:

  1. ¡Este no lo leí!
    Y todavía no está en ningún libro... Si alguna vez se publica, te lo dedicaré. ¿Por qué? Por guapa!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, ya sé que hace mas de 2 años de tu comentario, jajajaj! pero nunca es tarde, no?

      Leo tú poema muchas veces y cada vez me gusta mas. Ya casi pienso que es mas mío que tuyo.
      Eres tan...genial!

      Eliminar