Esta mañana he saltado de la cama dispuesta a comerme el mundo y he comenzado con mi desayuno de café con leche con tostadas para empezar a hacer boca. Me he calzado mis zapatillas de correr con la solemne certeza de aquel que va ha hacer algo importante pues, hoy no iba a ser una carrera cualquiera, hoy iba a comerme el camino, levantando polvo a cada zancada. Con mi frente apuntando a la Osa Mayor he salido de casa en dirección a mi ego, dando bocados a diestro y siniestro. Primero le he dado un tiento a la cuesta del puente del Huerva, he picado un poco de las escaleras de la ribera del Ebro, con un sprint me he trapiñado la recta hasta el cartel de la Cartuja y un par de ganchadas que le he dado a las rampas de todos los miradores del Ebro por el camino de la Alfranca. A los 30 minutos mi cerebro ya había recibido la señal de que estaba lleno, así que, media vuelta y otros 30 minutos hasta casa, pero esta vez ya, sin picar nada. La ducha de agua fría (helada) en las piernas ha tambaleado un poco mis expectativas para el día de hoy, pero agarrada a mi orgullo de Aries he podido ahogar estoicamente mis quejas hacia mi madre (la que me parió, digo). Sonaba Lady Gaga con su Bad Romance mientras pintaba mis pestañas de rimmel, porque hoy es día de rimmel en las pestañas, y me he venido arriba dándole un par de zarpazos tigrescos al espejo (creo que hasta me he lanzado un beso). Me he metido en el ascensor con las llaves del coche dando vueltas en mi dedo indice e imitando la Lady Gaga, pero para seguir con mi dia gastronómico, tenía que desabrochar un botón mas de mi camisa. El primer paciente me lo he comido con patatas, el segundo con pimientos, el tercero y cuarto, por prudencia, a palo seco. Mi ambicioso plan culinario de hoy iba viento en popa, tan sólo le faltaba ese poquico de chocolate que hace que una comida sea perfecta, esa cosita dulce, sin la cual, parece que no has comido. Pero hoy era mi día y una llamada oportuna me ha regalado mi helado de chocolate, café y puro.
Me siento en la banqueta del baño mientras me quito el rimmel con una toallita, creo que algo no me ha sentado bien. Quizá el mundo era demasiado grande para mi estómago o a lo mejor ha sido el puro, que no me lo tenía que haber fumado, total si yo ya no fumo. No sé. Me voy a la cama con un almax y pensando en el helado de chocolate, con lo a gusto que me lo he comido y ahora seguro que me va todo al culo.