lunes, 6 de junio de 2011

ARISTÓTELES



"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. 
Pero enfadarse con la persona adecuada,
 en el grado exacto,
 en el momento oportuno,
 con el propósito justo
 y del modo correcto,
 eso,
 ciertamente,
 no resulta tan sencillo"

La potencia sin control no sirve de nada.

domingo, 5 de junio de 2011

AMPOLLAS


Me gusta subir montañas (creo que eso ya lo he dicho en alguna ocasión) hasta, incluso, me está gustando bajarlas, lo que no logro superar es el dolor de pies y las ampollas que me hacen las botas de alta montaña cuando no marchan por nieve. Los últimos metros de bajada hasta el coche, se me hacen interminables, agonizantes, un garrampazo me sube desde el dedo gordo del pie hasta el occipital, lo único que deseo entonces, es llegar al coche y quitarme las botas. Esas mismas botas que me ayudaron a subir hacia la felicidad de mis cumbres, se convierten en mi verdugo cuando el desnivel supera lo establecido en los mapas, bien por un rodeo, bien por un imprevisto o bien, simplemente, por mi falta de percepción en las distancias.
El momento de quitarse unas botas que han estado apretando durante dos mil metros de desnivel, es un momento orgásmico, la liberación más absoluta. Luego, descubro que llevo cuatro ampollas del tamaño de una nuez en los pies y me pregunto cómo he podido aguantar semejante tortura durante tanto rato. No tenemos ni idea lo que podemos soportar hasta que echamos la vista atrás y luego vemos las consecuencias. Siempre que uno baja una cuesta, se pregunta que cómo ha podido subir antes por ahí. Durante una semana las ampollas llevan su proceso y es imposible calzarme otra cosa que no sean unas chanclas de dedo. Las ampollas se explotan, sangran, duelen, escuecen y doy por hecho que jamás volveré a poder calzarme unas botas de alta montaña, odio las botas, odio las montañas, odio a todo aquel que se acerca a mas de dos metros de mis pies. A los siete días mis pies han cambiado su aspecto, han mejorado bastante y me planteo que, tal vez, si cambio esas botas por otras mas blanditas, en poco tiempo pueda volver al monte, pero mientras tengo este optimista pensamiento y comienzo a imaginarme feliz en mis cimas mas altas, el amigo que me acompaña a comprar mis nuevas botas (esas que él sabe que son como un guante) va y me pisa la ampolla más gorda, esa que todavía me dolía un poco y con el pisotón "sin querer, por supuesto" mi primer metatarsiano a sufrido una fisura que, probablemente me dejará un par de mesecitos sin oler pinos. Pero como es amigo y además ha sido sin querer, pues aprieto los puños y le digo que no tiene importancia y que no tiene porqué disculparse y que entiendo que no ha sido su intención y además le dedico la más dulce y tierna de mis sonrisas no vaya a ser que se sienta mal, después de todo, conocía perfectamente las botas que no me harían daño jamás de los jamases. Y así todo el rato. A veces me entran ganas de dejar de subir para no tener ampollas que hagan daño.