Hoy llegué a casa un poco más tarde de lo habitual.
Otro día sin poder verte.
Una calle cortada me hizo dar vueltas imprevistas,
por calles imprevistas,
llenas de adoquines inprevistos.
El asiento de la bici me golpeaba con ese ritmo evocador
y se me atonjó añadir unos metros más a mi vuelta a casa.
Subí corriendo las escaleras con la garganta seca y
por las piernas escurriendome las ganas de tí.
Sólo pensaba en agua fresca y en el cajón de mi mesilla de noche.
Comenzé a remangarme la falda mientras rebuscaba con la otra mano dentro del cajón.
No encontré lo que buscaba, pero a mi cuerpo tampoco le importó,
sabía que no le haría falta.
- ¿Buscas ésto?
-¿Cuánto tiempo llevas ahí mirandome?
- Cierra los ojos, princesa.